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Evelia Beristáin, bailarina y coreógrafa, pilar de la educación artística en México


La Secretaría de Cultura del Gobierno de México y el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal) recuerdan a Evelia Beristáin, destacada bailarina y coreógrafa mexicana, pilar de la danza moderna en México y de la educación artística, a cinco años de su fallecimiento (25 de febrero de 2019).

“Para mi mamá la danza fue, sobre todo, una manera de desarrollarse y expresarse como mujer, un área donde tenía libertad para hacer y que le permitió transmitir su conocimiento a generaciones más jóvenes. Esto fue algo que la apasionó”, recordó Evelia Kochen en breve entrevista.

Dijo que Beristain perteneció a una generación que permitió el nacimiento y desarrollo de la danza moderna en México, una etapa nacionalista, que, además, fue impulsada por mujeres: “Creo que estaban hechas de otra madera, porque fueron mujeres que no se apocaban y a quienes la exigencia social les requirió ampliar su conocimiento y visión de la danza, por eso fue tan importante la llegada de Waldeen von Falkenstein y Anna Sokolow”, con quienes colaboró.

“Fueron mujeres habidas de conocimiento, y contaban con la formación ideológica y emocional para construir un lenguaje corporal propio”. Sin embargo, detalló que para la también docente no fue fácil, pues “se decía que la danza no era una profesión honorable. Mi abuelo estaba totalmente en contra de que mi madre se dedicara a la danza, pero si no hubiera sido por mi abuela, que la protegió, la acompañó y la impulsó, no lo hubiese logrado”.

Asimismo, recordó que Beristáin compartía su papel de madre y profesional: “Yo viví mi infancia en el Palacio de Bellas Artes, porque mi madre iba y venía de un ensayo a otro. Recuerdo las temporadas en que fue directora artística del Ballet Folklórico de Amalia Hernández y tras bambalinas estábamos atentas al cambio de vestuario, que no se atoraran los cierres, porque eran los bailarines quienes sufrían.

“O cuando se montó el Ballet de las Américas, en las Olimpiadas de 1968, donde mi mamá trabajó con el coreógrafo estadounidense Alvin Ailey. Ellos montaron un fragmento de Revelations y era muy impresionarte ver cómo no había obstáculos, pues la danza se volvió lenguaje común, más allá del idioma y las diferencias culturales”.

La también creadora detalló que para Beristáin fue fundamental la docencia: “Para ella entrar a la Escuela Nacional de Arte Teatral (ENAT) fue un lugar de aprendizaje. Ella impulsó muchísimo que la carrera actoral se convirtiera en licenciatura, porque no lo era, y le tocó formar parte del cuerpo académico que estructuró no solo la Licenciatura de Arte Teatral, sino también la de Escenografía, y esto amplió su visión de la danza y de la formación artística”.

“A sus 88 años escribió su último libro Vida académica de la Escuela Nacional de Arte Teatral del INBA, donde hizo una revisión sobre su trayectoria en la ENAT, en la que registró cómo los planes de estudios se fueron trasformando. Nunca dejó de producir, de compartir su conocimiento y de tratar de responderse las preguntas que le planteó su momento histórico, desde lo artístico y pedagógico. Fue una mujer muy inquieta, curiosa, rebelde, muy disciplinada y estructurada”.

Por su parte, Margarita Tortajada destacó que Beristáin no solo fue una de las figuras más reconocidas, tanto como bailarina y coreógrafa, sino que perteneció a una generación de mujeres “que se las vieron muy duras, pero supieron romper los cánones precedentes para configurar un nuevo campo dancístico en el país”, y detalló que quizá su corografía más importante de esta etapa sea Provicial.

Agregó que su trabajo en la ENAT fue fundamental, ya que contribuyó a que se integraran dentro de los planes de estudio materias dirigidas al trabajo del cuerpo en escena: “Ella tuvo una visión muy clara sobre este tema, porque desde la danza es evidente la relación hacer-sentir-pensar, pero esto no sucedía en el teatro y esto es lo que ella aporta”.

Resaltó que como docente fue una persona muy cuidadosa con los alumnos, pues los sabía conducir de “forma humana, nunca grosera o violenta, y esto es algo que también enseñó en Venezuela”, donde trabajó como docente y coreógrafa. Asimismo, destacó que Beristáin, a través de sus libros, se volvió la principal narradora de esa época, con una visión crítica y muy reflexiva, pero también visionaria.

Por su parte, Isabel Romero resaltó la necesidad de recuperar su pensamiento, porque “fue una docente que tuvo mucho impacto dentro de la ENAT y la formación actoral. Ella tenía una visión muy completa sobre el arte escénico. De ahí viene la formación de una planta docente especializada en enseñar el entendimiento del cuerpo y el movimiento en escena, pero también tuvo una cercanía con los escenógrafos, pues entendía el arte escénico como un todo.

La también bailarina recordó que además de su gran conocimiento, la maestra Beristain tuvo un gran don de gente: “Era muy encantadora y divertida, un aspecto muy raro en la danza, porque los bailarines somos, más bien, solemnes, pero ella tenía un carácter jovial, con una presencia tremenda”.

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