La Secretaría de Cultura del Gobierno de México y el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal) rindieron un tributo póstumo al escritor José Agustín, el cual fue emotivo por las narraciones escritas exprofeso para recordarlo por tres de sus entrañables amistades, las canciones rocanroleras preferidas en vida del autor de Cerca del fuego y los minutos de aplausos para recordar su imprescindible legado a la literatura contemporánea de México y el mundo.
Las cenizas del escritor mexicano fallecido el 17 de enero de 2024 fueron recibidas con aplausos de la comunidad literaria que se dio cita en el Vestíbulo principal del Palacio de Bellas Artes.
En su mensaje, la secretaria de Cultura del Gobierno de México, Alejandra Frausto Guerrero, dijo que en el Palacio de Bellas Artes, recinto solemne, “hoy rendimos homenaje a un hombre sensible, talentoso, una de las voces más originales de México, un joven eterno… Antepuso su naturalidad a lo acartonado, la rebeldía a lo inflexible; fue lo intrépido, nuevo; rostro y bandera no solo de la literatura de la onda, terminó que no le gustaba, sino también de toda una generación; fue la juventud con voz propia. Nos regaló irreverencia en una época de solemnidad opresora”.
La encargada de la política cultural del país recordó que el presidente Andrés Manuel López Obrador siempre ha afirmado que José Agustín es “un referente indispensable para los jóvenes”. Afirmó que José Agustín, aún tras las rejas, mantuvo su entereza, fue un claro ejemplo de cómo el arte y la cultura cambian vidas.
Comentó que los 3,500 niños y niñas que se forman en dramaturgia, literatura y teatro en los Semilleros Creativos tendrán acceso a los libros de José Agustín “para que los inspiren”. Al hablar del trabajo del escritor, recordó que siguió el camino del cine, literatura, poesía, crónica, música, novela y más, evocó los volúmenes de La tragicomedia mexicana, de los que dijo “son ejemplo de crítica y sentido del humor, algo que nunca deberíamos perder. Lectura de cabecera en esos tiempos, no solo retrató a los protagonistas de la política de distintas épocas, también nos legó una gran crónica cultural”.
Finalmente, Alejandra Frausto Guerrero dijo: “Gracias José Agustín, no solo fuiste antena y pararrayo, seguirás siendo un faro y espejo, para muchos que seguiremos leyendo tu obra. Te quedas con nosotros en tus letras, en tu rebeldía, en tus lectores, en tus hijos, tus nietos y en Margarita”.
Fuente de luz que mostró tantas corrientes literarias
Tras considerar a José Agustín su maestro, Margarita Bermúdez, quien fuera su compañera de vida, dijo que fue fuente de luz que mostró tantas corrientes literarias, posibilidades infinitas.
“Estilísticamente creo que nos dejó un legado impresionante, disfrutable, fresco y original, ojalá que lo sigamos acompañando con la lectura de estos maravillosos textos”.
Asimismo, agradeció la realización de este homenaje, pues hubiera estado feliz de vernos reunidos en torno a él.
En su oportunidad, Jesús, Agustín y Andrés Ramírez Bermúdez agradecieron a la Secretaría de Cultura federal y al Inbal por el homenaje, y compartieron parte de sus anécdotas y vivencias como integrantes de una familia especial, “bajo el signo de lo creativo”.
Coincidieron en la espontaneidad del escritor, además de incurrir en caminos muy variados, especialmente el de la literatura, el de la música, el de los sueños, así como en su capacidad de contar cuentos todos los días.
En tanto, Andrés refirió que, al igual que sus hermanos, tuvo la fortuna de tener como papá a José Agustín y se dio cuenta de su carácter extraordinario, de lo distinto que era su sistema al de sus amigos, no solo por la inmensa pasión que le imprimía a todo lo que realizaba, sino por tanta cosa loca que salía de su boca, que rompía con lo establecido.
Le dio vida literaria a lo cotidiano
La titular del Inbal, Lucina Jiménez López, agradeció a todos y todas por darse cita para reconocer a un gran escritor. “José Agustín. Ave que abrió temprano sus alas para enamorarse de las palabras y de la libertad. Gracias por abrir la literatura a la vida misma, por darle vida literaria a lo cotidiano, a lo común.
“Viajero de la experiencia y de la revolución, José Agustín vivirá donde quiera que una pluma siga experimentando con el lenguaje, con las formas, con la música, con el teatro, con el cine”, indicó.
Por último, la directora general del Inbal pidió al público dedicar un minuto de aplausos, de pie: “Llenemos este Palacio de Bellas Artes con un gran aplauso. Comprometamos la literatura de José Agustín contra las nuevas generaciones a las que él les sigue hablando, comprometamos en este aplauso el ejercicio de la libertad creativa de la cual José Agustín ha sido y es un gran ejemplo”.
Para la escritora Elena Poniatowska, quien espontáneamente pidió tomar la palabra, José Agustín estaría muy emocionado y diría “qué está pasando, se han vuelto locas las autoridades”, porque él fue un contestatario, fue un hombre que se levantó contra la injusticia, así que para él sería una sorpresa enorme, así como lo fue para José Revueltas, que aquí en este gran y bellísimo espacio se le rindiera el homenaje que le está dando frente a Margarita y sus hijos, grandes mexicanos como lo fue su papá”.
Recordó que, en los sesenta, José Agustín se inició en la literatura mexicana al lado de Gustavo Sainz, Juan Tovar, Parménides García Saldaña y Margarita Dalton. “José Agustín abrió las puertas de la cultura de la chanza a los jóvenes que hicieron de la irreverencia una forma de acercarse a la literatura. De La tumba, Se está haciendo tarde y de muchos otros libros salieron voces de risa, de irreverencia que muchos festejaron, por fin se sentían representados y representadas las niñas de minifalda y los greñudos de pantalones de mezclilla”.
La escritora, Premio Cervantes 2013 expresó que José Agustín reía y “hacer reír es hacerle un bien a los demás, y para sorpresa de todos resultó muy culto, sabía mucho de literatura francesa e inglesa. José Agustín le trajo un aire nuevo a la literatura mexicana, introdujo la antisolemnidad y la buena onda que proviene no solo del relajo y la risa del rock, sino de la solidaridad, muy pocos saben que José Agustín cultivó caña en los campos de la Revolución Cubana y tampoco saben que le ayudó a José Revueltas a escribir El apando, en Lecumberri. Abrió muchas puertas para que entrara aire fresco en el ambiente catedralicio y solemne de la literatura mexicana”.
En su intervención, la ensayista y poeta Elsa Cross agradeció a las autoridades de la Secretaría de Cultura federal y al Inbal por la organización del homenaje y destacó la escritura que José Agustín estaba llevando a cabo, cinco años antes del 68, un cambio profundo de gran consonancia con las transformaciones que se avecinaban: “La indagación y la experimentación constantes que eran parte de las expresiones de esa búsqueda se hacen presentes de muchas maneras en los libros de José Agustín. Sus novelas y sus cuentos abrieron un cauce poderosísimo a la narrativa mexicana que estaba anquilosándose en sus temáticas y tratamientos”.
Mencionó también que su lenguaje, temas y ritmo narrativo trajeron una inmensa frescura y renovación: “Considero que estos libros, que son siempre ágiles, divertidos y profundos, son solo parte de su legado. Otra parte muy importante es la actitud, el gesto que lo llevó a escribirlos, una conciencia crítica que hoy se necesita más que nunca, sobre todo entre muchos jóvenes que siguen pasivamente cualquier moda, y no solo jóvenes.
Otro aspecto que compone su legado, refirió, es la invitación a aprender un constante viaje de descubrimiento: “Esto es quizá lo que impulsó su escritura, lo que da sentido a muchos de sus personajes, y lo que puede ser para todos un proyecto de vida lleno de significado”.
El poeta Alberto Blanco se cuestionó sobre lo que habría pensado el escritor radicado en Cuautla, Morelos, respecto a la ceremonia: “Conociéndolo y recordándolo en sus buenos tiempos, estoy seguro de que se habría reído de buena gana. Se habría reído de esta ceremonia, y muy probablemente habría acompañado estas risas con dos o tres majaderías, como era su costumbre”.
Refirió que son muchos los recuerdos, la música, las lecturas compartidas y conversaciones con el autor de Se está haciendo tarde: “Cuando José Agustín participó junto con Sergio Mondragón, José Vicente Anaya, Juan José Gurrola Carlos Martínez Rentería, Benjamín Anaya, y quien ahora les habla, en el homenaje al poeta Lawrence Feringhetti, aquí arriba en la Sala Manuel M. Ponce. Una noche memorable que terminó por supuesto muchas horas después en La Ópera. Simplemente no queríamos que esa convivencia se acabara”.
Como parte de este homenaje póstumo, el Inbal, a través de la Compañía Nacional de Teatro, participó con una lectura dramatizada de la obra Los motivos del lobo, del escritor nicaragüense Rubén Darío, a cargo de Olivia Lagunas y Miguel Ángel López.
Posteriormente iniciaron las guardias de honor con acompañamiento musical, en la cual participaron José Manuel Aguilera, voz y guitarra; Yann Zaragoza, teclado; Abraham Méndez, batería; Ernick Romero, bajo; Jorge Chacón, guitarra; integrantes del grupo La Barranca. Además de interpretar varias piezas, dedicaron una melodía con arreglos de La Barranca para esta ocasión: House of the Rising Sun, de Alan Price.
José Agustín fue uno de los escritores más representativos de la literatura mexicana e hispanoamericana, inserto en la denominada “literatura de la onda”, convirtiéndose en un autor que trascendió generaciones, con sus obras La tumba, De perfil, Se está haciendo tarde, El rock de la cárcel, Ciudades desiertas, Cerca del fuego, La contracultura en México y Dos horas de sol, y destacándose como un prolífico narrador en los géneros de la novela, el cuento, la dramaturgia y el guion cinematográfico.
Su labor literaria fue reconocida a través de diversos galardones, como el Premio Nacional de Literatura Juan Ruiz de Alarcón, en 1993; el premio Dos océanos, entregado por el Festival Internacional de Biarritz; Cine y Cultura de América Latina en 1995 por su obra Dos horas de sol; la Medalla Juan R. Escudero del Puerto de Acapulco en 2005; así como la Medalla Bellas Artes en 2011, un reconocimiento que otorga el Inbal.
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